Éste es uno de los temas más polémicos y debatidos que existen en la actualidad. Si bien hay quienes plantean que lo que pensamos, lo que sentimos, y la manera en que nos comportamos es todo un hecho biológico; también están aquellos que aseguran que lo que pensamos, lo que sentimos, y la manera en que nos comportamos, se encuentran mediados por la propia cultura. Y también, están los que manifiestan que la clave de la cuestión se encuentra en la interacción natura-cultura; mi postura adhiere a este último grupo.
Sin hacer de esto una toma de posiciones radical y engorrosa, tomar conciencia de que la herencia biológica nos provee de aspectos que nos diferencian y asemejan, y nos hacen únicos (sexo, altura, color de piel y de cabello, cuatro extremidades, potenciales, origen familiar, etcétera), sumado a que la cultura en la que cada uno se encuentra inserto va a influir significativamente en nosotros (nuestro gustos, costumbres, estándares, alimentación, actividades, comportamientos, creencias, religión, etcétera), son pilares fundamentales para comenzar a entender y comprehender a cualquier individuo.
Y ¿qué hay de las experiencias personales y del aprendizaje –temas apasionantes como pocos? Decir que alguien nace siendo o sabiendo “algo”, es una falacia. Por ejemplo: yo, no nací sabiendo escribir o hablar español, tampoco nací siendo psicóloga, y menos que menos, jugando al tenis. Si bien la herencia genética me proveyó de potenciales para serlo, negar la influencia de las experiencias personales, la capacidad de aprender y la sociedad en la que nací, crecí y vivo actualmente, es una locura.
Ahora bien, ¿qué hubiese pasado, supongamos, si mi familia hubiese emigrado y establecido en Alaska antes de mi nacimiento? Muy probablemente, con las temperaturas heladas que hacen allá, no hubiera elegido tenis como deporte. Hablaría español puesto que en mi familia es la lengua madre, pero mi inglés sería mucho más fluido. Y no puedo asegurar que hubiese elegido y especializado en psicología del deporte, ya que está elección fue motivada por mis experiencias deportivas. En pocas palabras, el cambio es muy notable. Sin mencionar que las amistades y personas que conocí, muy difícilmente las hubiera siquiera visto.
A diferencia del salmón, que nace con instrucciones genéticas predeterminadas para vivir y asegurar la continuidad de su especie, el ser humano no se encuentra atado a su paquete biológico. Myers (1994) plantea que gran parte de lo que hacemos tenemos que aprenderlo mediante la experiencia (…) aunque tenemos que luchar para encontrar la orientación en la vida, innata en el salmón, nuestro aprendizaje nos aporta mucha más flexibilidad.
Nuestra naturaleza nos permite adaptarnos a las circunstancias del día a día, de manera que aprendemos comportamientos nuevos para manejarnos en nuestro cambiante mundo. En definitiva, ni se nace ni se hace; más bien, es una combinación entre ambas.
Lic. Tamara Jugo
Bibliografía utlizada
- Myers, D. (1994). Psicología. Madrid: Médica Panamericana.
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