Si bien parto de la base de que los padres hacen lo mejor que pueden en todo momento, pueden convertirse en fuentes poderosas de motivación y apoyo o en fuentes de presiones y poca confianza. La línea es muy fina.
Loehr (1990) señala que los padres que dedican mucho tiempo a sus hijos en áreas iniciales del tenis - divirtiéndose, golpeando bolas, jugando encuentros sin importancia - están plantando las bases de grandes logros. La clave está en pasarla bien y crear un clima de diversión.
Pero, ¿cómo darse cuenta cuando la línea empieza a hacerse un poco difusa? Para ejemplificar esta situación, una de las metáforas de Bateson (1979) suele ser muy reveladora:
Uno puede llevar al caballo hasta el agua, pero uno no puede hacerlo beber. Esto es incumbencia del caballo. Ahora bien: aunque el caballo tenga sed, no podrá beber a menos que uno lo lleve hasta el agua. Llevarlo es incumbencia de uno.
Es decir, uno puede ayudar, pero es el jugador quien debe tomar la decisión.
Y ¿los adolescentes? Esta etapa evolutiva, denominada adolescencia, se encuentra ubicada entre los 12 y 21 años, e implica una crisis en la vida de todos los individuos. Si bien es un hecho que durante esta etapa la dinámica familiar cambia, es un buen momento para hablar con sus hijos.
Necesariamente, los adolescentes en la búsqueda de su identidad, comienzan a separarse poco a poco de los padres, y son los pares quienes toman el rol protagónico.
Emmanuele (2001) plantea que el adolescente es alguien a quien se le ha roto un espejo; que transitoriamente no tiene en donde mirarse. No es un niño, no es un adulto; es grande para hacer tantas pavadas, pero es aún chico para tener tantas libertades.
A pesar de que la genética pueda atentar contra la construcción y afianzamiento de la identidad de un individuo, el deportista está luchando por saber quién es, por diferenciarse de los otros, por establecer sus objetivos (Jugo, 2009). Puesto que además de atravezar esta crisis vital, los jugadores tienen que encontrar su personalidad dentro de la cancha. Su forma de jugar, de moverse, de comportarse, de competir, es su sello personal.
Los jóvenes atletas se encuentran en plena transición de etapas y/o también denominada, “quema de etapas”. Están en plena búsqueda de identificaciones en su desarrollo evolutivo, de cambios a nivel corporal –hormonal y morfológico–, cambios en la manera en cómo interpretan el mundo circundante, sus relaciones con los otros, y cambios en el estado emocional principalmente.
Si bien apurar este proceso no beneficia a nadie, hay algunos puntos que pueden favorecer a una relación más saludable entre padres e hijos. Abajo les propongo diez aspectos a tener en cuenta (Jugo, 2009):
- Ofrecer apoyo incondicional
- Mostrar con el ejemplo
- Favorecer a la autonomía del deportista
- Establecer límites y consecuencias claras
- Tener una mente abierta para las diferencias
- Motivar e incentivar buenos hábitos
- Dar oportunidades, evitar las criticas
- Acompañar
- Tener expectativas realistas
- Aconsejar
¡Nadie dijo que ser madre/padre de un tenista es cosa fácil!
Lic. Tamara Jugo
Bibliografía Utilizada
- Bateson, G. (1979). Mind and nature. A necessary unity. En: Wainstein, M. (2006). Comunicación: un paradigma de la mente. (4ta Edición). Buenos Aires: JCE Ediciones.
- Emmanuele, E. (2001). Adolescencia, crisis y discursos sociales. Raíces y alas, (4) N° 9.
- Jugo, T. (2009). Manuscrito inédito sin publicar.
- Loehr, J. (1990). El juego mental. Madrid: Ediciones Tutor.
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